Desde Aratecnia nos hemos planteado analizar la derogación ayer mismo de las reglas del ex-presidente Barack Obama sobre la neutralidad de la red y lo que significan. Las reglas suponían que los proveedores de internet no podían privilegiar unos contenidos online sobre otros. A partir de ahora, las compañías de cable podrán ofrecer ciertos contenidos preferidos de Internet por nada mientras cobran por otros datos. Pero eso es en América. En Europa, Internet sigue siendo un servicio público.
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Derogación de las reglas de la Administración Obama
La Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos ha desmantelado las normas reguladoras de las empresas que conectan a los consumidores con Internet, otorgando a las compañías de banda ancha el poder de remodelar las experiencias online de los norteamericanos.
Internet ha cambiado, supuestamente, de la noche a la mañana en Estados Unidos. El 14 de diciembre, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) votó 3-2 para revocar las regulaciones, impuestas por el mismo organismo bajo Barack Obama en 2015, que fueron diseñadas para garantizar que los proveedores de servicios de Internet no privilegiaran algunos tipos de contenido online sobre otros. Los tres miembros de la comisión nombrados por los republicanos, incluido Ajit Pai, el presidente, argumentaron que las reglas de «neutralidad de la red» suponían una carga innecesaria para los proveedores de Internet, sin ser de ayuda para los consumidores. Los activistas y muchos comisionados nombrados por los demócratas afirmaron que la derogación podía suponer el final del Internet abierto (los dos comisionados demócratas votaron para mantener las reglas).
¿Qué sucederá realmente, ahora que las reglas de neutralidad de la red han sido derogadas?
Para tener una idea de lo que podría pasar, es importante entender qué es la neutralidad de la red y por qué se eligieron las reglas de la FCC de la época de Obama. En pocas palabras, es el principio de que todo el tráfico de Internet, ya sea de Netflix, Tinder o una web de noticias, es tratado por igual por las empresas de cable «conductoras» que transportan tráfico, como AT & T o Verizon. En los primeros tiempos de internet, este principio no era realmente necesario, porque las compañías conductoras no podían ver diferencias en el contenido que transportaban (parte de la razón por la cual eran llamadas –empresas de cable tontas- por algunos). Servicios como Netflix, que consumen más ancho de banda de Internet que los demás, poniendo una presión sobre la banda ancha y la infraestructura inalámbrica, no existían. Con el auge de Netflix y su estilo en los medios de transmisión, las compañías de banda ancha han comenzado a sugerir que pueden tener que cobrar por algunos tipos de tráfico o ralentizar algunos servicios («estrangularlos»). Los activistas de la neutralidad de la red argumentaron que si los proveedores de internet podían discriminar entre los diferentes tipos de tráfico, obtendrían demasiado poder sobre Internet. Podrían privilegiar sus propios servicios sobre los competidores, o incluso podrían estrangular o bloquear algunos servicios que no les gustaban. Las reglas de la época de Obama fueron diseñadas para prevenir eso.
¿Son tales reglas necesarias o perjudiciales?
Es difícil proporcionar una respuesta. Los proveedores de servicios de Internet pueden elegir no cobrar más por usar de modo general servicios populares como Netflix. Y la derogación de la neutralidad de la red no hace legal que los proveedores de servicios de Internet censuren el contenido o discriminen a las empresas que no les agradan. La FCC será responsable de controlar a los proveedores de servicios de Internet por abusos.
Sin embargo, los activistas argumentan que podrían estrangular a compañías desconocidas, compañías que de lo contrario se convertirían en las próximas redes sociales como Netflix, Amazon, Google o Facebook (si eso fuera concebible). Y controlar el comportamiento de las compañías de banda ancha e inalámbricas, hasta ahora desconocidas por su transparencia, será un desafío. Al final, el argumento sobre la neutralidad de la red se reduce a si los proveedores de servicios de internet deberían regularse antes de demostrar que podrían abusar de su poder, o solo después de que lo hayan hecho realmente. La FCC actual acaba de optar por esto último.
En un futuro inmediato, los compañías de cable de internet, (pipe companies en inglés) podrán ofrecer ciertos contenidos preferidos de Internet por nada mientras cobran por otros datos. También persuadirán a algunos servicios de Internet para que paguen por ser incluidos con el tráfico más rápido. Pero no está claro cómo los consumidores podrían beneficiarse a largo plazo. Las compañías de banda ancha han argumentado durante mucho tiempo que si pudieran cobrar más por algo de tráfico, serían capaces de ofrecer un internet más barato para los consumidores ansiosos de ancho de banda. También dicen que podrían invertir en una mejor infraestructura de banda ancha. El hándicap de este argumento es que la mayoría de los proveedores de banda ancha en Estados Unidos disfrutan de monopolios regionales y altos precios; no están obligados por la competencia a mejorar su infraestructura o sus precios. Si los consumidores logran precios más bajos por su internet, necesitarán mucha más ayuda de la que la neutralidad de la red puede ofrecer.
La modificación de la regulación no va a ser aplicada de inmediato, pero sus consecuencias a nivel tecnológico, empresarial, económico, y social pueden ser enormes a largo plazo.
Los distribuidores podrán también cobrar precios diferentes a las empresas de contenidos de Internet, de ahí que los usuarios que quieran acceder a algunas páginas webs tendrán que pagar más. Supone un sistema parecido al de la televisión de pago: en función de lo que se pague, se puede tener un paquete con más o menos canales. Pero, en el caso de Internet, las restricciones podrán ser realizadas no solo sobre las webs, sino sobre el tiempo que se pasa navegando en la red, y el tiempo que se pasa en cada web.
Por este motivo, casi todos los productores de contenidos de Internet, como Alphabet, matriz de Google, Netflix, Amazon, Facebook o Twitter, están en contra de la derogación y creen que es un intento de proteger a las viejas productoras de contenido, sobre todo, televisión y cine, y a las telefónicas.